En la actualidad tenemos herramientas que hacen los cálculos para nosotros. Esto es relativamente reciente, pero cuando se trata de hacer operaciones con números muy grandes los humanos han buscado la manera de facilitarse el trabajo. Y el sistema de cálculo con más éxito ha sido el ábaco. Por este motivo, en CurioSfera-Ciencia.com, te explicamos cómo funciona un ábaco.
Cómo funciona un ábaco
Ahora nos parece que hacer cálculos es complicado sin una buena calculadora de bolsillo. Hay quien directamente coge el ordenador para hacer cuatro operaciones. Y los niños aprenden a multiplicar y dividir, pero al salir de la escuela ya no lo hacen casi nunca mentalmente.
En realidad, hay diferentes modelos de ábacos, derivados de las antiguas tablas de cálculo. El ábaco funciona con varillas por las que se desplazan pequeñas piezas en forma de anilla. La tabla de cálculo era aproximadamente igual, pero en lugar de varillas eran simples marcas sobre una superficie donde se depositaban piedras o bolitas de madera.
Situando las anillas en determinada posición, se pueden representar las cifras. Hay una varilla para las unidades, otra para las decenas, otra para las centenas, y así ir añadiendo varillas. Para representar un número, basta poner tantas anillas como corresponda a cada cifra. Y, si queremos sumar una cantidad, bastaba con añadir más anillas.
Cuando te lo cuentan parece complicado, pero, cuando lo ves funcionar, enseguida se ve la simplicidad del sistema. Con pocos movimientos de los dedos se pueden hacer sumas de números muy grandes sin ninguna dificultad. Además, el aprendizaje es relativamente rápido.
Origen del ábaco
El origen del ábaco no está muy claro, y mucho menos quién lo inventó. Ahora lo miramos como un juguete obsoleto, pero durante muchos siglos el ábaco fue la calculadora más popular del planeta. Hay quien piensa que surgió entre los mercaderes de Asia, mientras que otros opinan que surgió en tierras africanas. No es extraño que el ábaco se utilizara mucho allí donde el comercio comenzaba a funcionar.
En realidad, las diferentes culturas han diseñado diferentes modalidades de ábacos. Todas bastante similares pero con ligeras diferencias en el número de varas y anillas. Quizás la más curiosa es algo parecido a un ábaco que utilizaban las culturas americanas y que funcionaba con cuerdas y nudos.
Con los ábacos se adquirió la capacidad de manipular cifras muy grandes. Operaciones matemáticas que habrían costado mucho tiempo y errores prácticamente se automatizaron en manos de expertos contables y mercaderes, como por ejemplo los negociantes chinos.
Aunque parezca sorprendente, en muchos lugares de Asia y África donde todavía se usan los ábacos. Después de todo, no necesitan pilas, son baratos y no se estropean nunca si no es que los rompes a palos. Encima, tienen una fiabilidad contrastada. Y, con respecto a la velocidad, normalmente pensamos que un ábaco puede ir bien, pero que debe ser lento para operar. Una opinión errónea.
En 1946 se hizo una competición entre un militar de Estados Unidos con una calculadora de las de la época y un japonés con un ábaco. Ganó el ábaco en cuatro de las cinco pruebas que hicieron. Un ábaco no irá deprisa como un superordenador, pero, para los cálculos que normalmente hacemos en el día a día, la diferencia de velocidad entre un ábaco y una calculadora es muy pequeña si estás un poco entrenado a usarlo.
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