El suelo es la capa superficial de la corteza terrestre alterada de diferentes formas y constituida por materiales rocosos, por agua, por aire y por materia orgánica más o menos transformada. En CurioSfera-Ciencia.com, te explicamos la composición y características del suelo.
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¿Qué es el suelo?
El suelo es la verdadera piel viva de la Tierra, en la que viven gran cantidad de organismos. La edafología (o pedología) es la ciencia que estudia la composición del suelo, su estructura y los procesos que determinan la formación. Actualmente uno de los aspectos básicos de los estudios edafológicos es evitar la fuerte erosión a que están sometidos los suelos de amplias zonas de la superficie terrestre.
A pesar de que a primera vista nos parece inerte, el suelo es una especie de súper organismo que respira, asimila y acumula reservas. Al igual que los organismos, el suelo nace, se (desarrolla, muere y desaparece, siguiendo las etapas vitales de cualquier ser vivo.
El suelo es el factor determinante de la vida de los organismos terrestres: las plantas, espontáneas o cultivadas, sacan del suelo el agua y las sales minerales necesarias para su funcionamiento. El suelo es, asimismo, el apoyo físico de los vegetales. Para el hombre, el suelo es uno de los recursos imprescindibles. La alimentación humana, basada en la agricultura, requiere suelos aptos para el cultivo de las plantas. El suelo es también la base sobre la que el hombre levanta sus construcciones.
El suelo se forma de manera muy lenta por alteración de las rocas de la superficie terrestre. Esta alteración se debe a procesos geológicos (la meteorización) y la acción de los organismos (bacterias, hongos, líquenes, musgos, etcétera). Según cómo se forman, hay que distinguir los suelos naturales, originados por procesos naturales, de los suelos agrarios, en la formación de los que interviene el hombre de manera activa.
Componentes del suelo
La composición del suelo es muy compleja. Según su procedencia, podemos agrupar los componentes del suelo de la siguiente manera:
- Una fracción inorgánica (rocosa o mineral), procedente de la fragmentación y la alteración de la roca madre.
- Una fracción orgánica, que se origina por transformación de los restos vegetales y de animales que viven o que caen al suelo.
- Los fluidos del suelo, es decir, el aire y el agua que ocupan los espacios vacíos y que provienen de la atmósfera o de la actividad de organismos que viven en el suelo.
A parte de estas tres fracciones, debemos considerar los seres vivos que pueblan el suelo y que colaboran a darle sus características.
La fracción rocosa y mineral
Constituye el soporte físico del suelo y proviene de la meteorización de la roca madre. Según su tamaño, las partículas rocosas del suelo se clasifican en:
- Gravas, de tamaño superior a 2 mm.
- Arenas, entre 2 mm y 1/16 mm.
- Limos, entre 1/16 mm y 1/256 mm.
- Arcillas, de tamaño inferior a 1/256 mm.
La proporción en que se encuentran estas partículas, distinguiremos suelos arenosos, limosos y arcillosos. Los suelos arenosos son ligeros, tienen una buena aireación y son fáciles de trabajar. Son muy permeables y retienen poco el agua, por eso presentan casi siempre un aspecto seco.
Los suelos arcillosos son pesados, difíciles de trabajar, porosos y retienen el agua con facilidad. Después de las lluvias se vuelven muy fangoso hueso y durante las épocas de sequía las capas superficiales se endurecen y se fragmentan.
Un suelo de textura equilibrada contiene aproximadamente un 60-80% de arena y un 10-20% de arcilla. En cuanto a la composición se distinguen dos tipos principales de suelos, los calcáreos, (en que predomina el carbonato de calcio (CaCO3), y los silíceos, en el que predomina la sílice (SiO2).
El aire y el agua del suelo
Son dos componentes muy importantes del suelo que se encuentran llenando los poros o espacios vacíos existentes entre la fracción rocosa. El aire del suelo tiene una composición algo diferente al aire de la atmósfera. En general es más húmedo, contiene algo menos de oxígeno y de nitrógeno y es más rico en dióxido de carbono debido a los procesos de descomposición de la materia orgánica y de la respiración de los organismos que viven en el suelo.
El agua del suelo es el principal agente disolvente y el vehículo mediante el cual las sales minerales penetran en las plantas. La cantidad de agua que contiene el suelo depende de las precipitaciones (cantidad y tipo de lluvia) y de la propia textura.
La formación del suelo
¿Cómo se forma el suelo? La formación del suelo es un proceso lento que se inicia en el momento en que las rocas son sometidas a la acción de los agentes atmosféricos y de los organismos. En nuestras latitudes, la formación de un suelo de unos cuantos decímetros de espesor requiere cientos de años.
El origen y la evolución del suelo dependen de varios factores, entre los que citaremos los siguientes:
- La naturaleza química y las propiedades físicas de la roca madre. La composición del suelo, su pH, su textura, etc., dependen en gran parte de las características de la roca madre.
- Las condiciones climáticas son esenciales en el proceso edafogenéticos o de formación del suelo. En general, las temperaturas elevadas y la humedad atmosférica alta favorecen la alteración de las rocas, la actividad de los organismos y la descomposición de la materia orgánica. Las precipitaciones limpian las capas superiores de los suelos y redistribuyen los iones y las sustancias solubles.
- Actividad biológica, en especial la de los microorganismos (bacterias y hongos), la de los líquenes, la de los musgos, etc., colaboran a alterar las rocas y formar el suelo.
- El tipo de relieve determina en parte el desarrollo del suelo. De manera general, en las zonas con fuerte pendiente los suelos no llegan a formarse para que la erosión se los lleva con gran facilidad.
- La orientación de los relieves, es otro factor a considerar. En general las vertientes orientadas al norte (umbrías) son más húmedos que las vertientes orientadas al sur y se desarrollan mejor los suelos.
Estructura del suelo
Un suelo bien desarrollado es formado por una serie de capas llamadas horizontes. Son de coloración, composición y textura diferentes. El conjunto de horizontes denomina perfil del suelo. Normalmente se distinguen tres horizontes en los suelos bien desarrollados:
El horizonte superior o A
Muy rico en materia orgánica y pobre, en cambio, en material rocoso de grano fino. Normalmente se diferencia una capa superficial (Ao) de hojarasca y otros restos vegetales poco transformadas, y una capa inferior formada por materia orgánica ya fuerza transformada (humus) y por materia mineral. En el horizonte A se desarrollan las raíces de los vegetales herbáceos, como las gramíneas.
El horizonte B
Formado mayoritariamente por material rocoso o mineral y por poca materia orgánica. En este horizonte se acumula la materia rocosa arrastrada por el agua que atraviesa el horizonte A. En el horizonte B llegan las raíces de las plantas leñosas (árboles y arbustos).
El horizonte C
Formado por la roca madre más o menos alterada. A este horizonte únicamente llegan las raíces de los árboles más grandes. En el proceso de formación del suelo primero se origina el horizonte C, a consecuencia de los procesos de meteorización, que fragmentan y alteran la roca madre. El horizonte A comienza a formarse cuando se inicia la actividad biológica y se instalan los primeros vegetales. El último horizonte a formarse es el B.
La conservación del suelo
A pesar de que los procesos que originan los suelos se desarrollan de manera continua en la superficie de los continentes, la pérdida por erosión del suelo es un hecho irreversible a escala humana. Debemos considerar el suelo un recurso no renovable por el hombre.
La erosión del suelo es un proceso natural: el agua de lluvia arrastra gran cantidad de partículas del suelo, que finalmente van a parar al mar. Ciertas acciones humanas pueden favorecer y acelerar de forma importante la erosión del suelo.
La existencia de una buena cobertera vegetal es la mejor protección del suelo. La vegetación amortigua la fuerza de caída del agua y disminuye la velocidad de escorrentía de las aguas por las laderas. Por otro lado, las raíces de los vegetales aguantan y retienen las partículas rocosas del suelo y hacen disminuir el arrastre.
Todas las acciones, naturales o humanas, que afecten a la cobertera vegetal tendrán un efecto negativo en la conservación del suelo. Desde tiempos inmemoriales, el hombre ha actuado sobre la vegetación y ha provocado indirectamente la pérdida de suelo. Las talas de árboles, las realiza el hombre desde hace cientos de años, unas veces para obtener madera o carbón y otros para obtener tierras de cultivo, zonas de pasto o nuevas zonas urbanizadas.
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