La exploración espacial en el pasado, era algo solo reservado a los grandes estados que invertían mucho dinero. A medida que los satélites artificiales se han vuelto cada vez más interesantes comercialmente, los cielos están empezando a abrirse. Una nueva era espacial ha comenzado, dónde las empresas se lanzan la aventura del espacio. En CurioSfera-Ciencia.com, te explicamos cómo se fabrican los satélites artificiales modernos, paso a paso.
Cómo se hacen los satélites artificiales
Para poder ofrecerte la respuesta, nos hemos desplazado a lo más profundo del sur de Inglaterra. Entre colinas onduladas, vacas y tazas de té, lo último que uno puede pensar es en los satélites espaciales. Pero aquí se encuentra una de las empresas más importantes que los fabrican: La Surrey Satellite Technology.
Puede que no tenga la escala y la grandeza de la NASA, pero estos hombres no están financiados por miles de millones de euros o dólares de los contribuyentes. Estos profesionales trabajan solos. Desde 1981 han diseñado, construido y lanzado al espacio más de 30 satélites artificiales.
La clave de ese éxito no está en gastar dinero, como explica su director comercial: “nuestros satélites artificiales cuestan decenas de millones. Compárenlo con los costes de la industria espacial tradicional, en la que cuestan varios cientos o miles de millones”.
Los satélites son caros de fabricar porque están llenos de instrumentos científicos altamente sensibles que deben sobrevivir a un viaje de 700 kilómetros al espacio. Donde pasarán años siendo bombardeados por radiación cósmica y estarán expuestos al calor abrasador del sol.
A pesar de estos retos, en esta fábrica de satélites artificiales podemos conseguir el nuestro propio por poco más de 10 millones de euros. ¡Toda una «ganga»! El secreto para reducir costes en la fabricación de satélites es usar tecnología producida en serie. Todo, desde la cinta aislante, hasta los chips que podemos encontrar en nuestra computadora.
Estos talentosos ingenieros aeroespaciales tiene los pies en el suelo a la hora de aproximarse al espacio. Estas son el tipo de cosas a las que le hacen leves modificaciones y lanzan a volar por el espacio.
Pero no todo lo que necesitamos para hacer una nave espacial casera podemos comprarlo en la ferretería del barrio. Por ejemplo, el satélite que están construyendo actualmente formará parte de la constelación de seguimiento de desastres (DMC son sus siglas en inglés). Estos ingenios espaciales captarán imágenes vitales apenas horas después de producirse un desastre natural y permitirá a las organizaciones de ayuda a identificar dónde es más necesario el socorro.
Pero para responder a todo, desde Tsunamis a tornados, esta obra de ingeniería espacial debe ser capaz de tomar imágenes nítidas a 686 kilómetros de la Tierra. Y para eso hay que gastar dinero de verdad y fabricar a medida. Y no valen baratijas en los modernos sistemas de captación de imágenes que fabrican aquí de principio a fin. El satélite va equipado con una cámara de imágenes multiespectrales que se monta a mano en una sala limpia de clase 6 ISO. Es decir, un entorno filtrado y completamente libre de polvo.
Las cámaras que hay en el mercado pueden darnos imágenes de 12 millones de píxeles, pero estar de imagen multiespectral es capaz de grabar más de 8.000 millones de píxeles. Eso significa que en una sola instantánea podría capturar una imagen de 300.000l kilómetros cuadrados, lo que equivale a la superficie de Italia o Paraguay.
Pero las fotografías en blanco y negro ya pasaron a la historia. Este tipo de satélites artificiales desaparecieron con la guerra fría, hoy en día nos gusta ver nuestro planeta en color.
De modo que tres filtros de color corrientes se combinan para producir una imagen en color corriente, tal y como la ve un ojo humano. Mientras que otro filtro infrarrojo extraordinario capta lo que el ojo humano no puede ver. En una imagen infrarroja el agua de un lago, aparece en azul oscuro o negro, mientras que los lugares más verdes la vegetación aparecen en la foto de un rojo vivo.
Pero, ¿sobrevivirá esta cámara de cerca de un millón de euros a la violencia del lanzamiento de un cohete y a los rigores de la vida en órbita?. Es hora de una simulación de condiciones espaciales. Para empezar, se introduce en un cámara de acero reforzado que puede reproducir el vacío del espacio. Después pasa a otra cámara de temperatura que puede calentar los componentes hasta a 120 grados centígrados (248 Fahrenheit) y enfriarlos a – 100 ºC (-148 ºF).
Una vez que el satélite ha superado las pruebas, solo queda el “asunto menor” de lanzarlo al espacio. Seguro que se imaginan que el lanzamiento de un satélite artificial implica un montón de palabrería: impulsores, propulsores auxiliares… y caras misiones tripuladas. Pero el sistema más rentable económicamente para poner algo en órbita es pegarlo al extremo de un misil balístico intercontinental ruso modificado.
Los lanzamientos siempre atraen a una gran multitud. No hay nada más emocionante que observar cómo arde el combustible de un cohete. Una vez en órbita, las imágenes de pixelado perfectas que envía este satélite se usarán para todo: desde emergencias a vida o muerte, hasta control de cosechas, pasando por planificación urbana. Gracias a estos ingenieros aeroespaciales, para poder conquistar el espacio, ya no es necesario hipotecar la Tierra.
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