Si estás leyendo esto, tal vez estés pensando en hacerte uno, o simplemente tienes curiosidad por saber cómo se hacen los tatuajes. En CurioSfera-Ciencia.com, te explicamos todo el proceso para realizar estos sorprendentes grabados o dibujos sobre la piel.
Cómo se hacen los tatuajes
Uno de cada ocho habitantes del planeta tiene al menos un tatuaje. Eso equivale a casi 1.000 millones de personas. Una locura, ¿verdad? Sobre todo si se piensa cuánto duele hacerse uno. Además debes estar realmente convencido, ya que son permanentes.
Antiguamente, los tatuajes se realizaban con una simple aguja con la punta impregnada en tinta y un pequeño palo de madera. Se colocaba la aguja sobre la piel y se iban dando pequeños golpecitos con la madera para perforar la piel y que la tinta quedase debajo de ella.
Pero actualmente esto es distinto. Para poder hacer un tatuaje lo primero que se necesita es una máquina de tatuar. Se podría decir que es como una serpiente de cascabel mecánica que escupe tinta en lugar de veneno.
¿Cómo funciona esta máquina? En apariencia las máquinas para tatuar son bastante básicas. Incluso se puede construir una de forma casera con el motor de un secador de cabello o un cepillo de dientes eléctrico, cuerdas de guitarra y una gomas. Pero sinceramente, no es una buena idea. Así que, NO lo intentes, por favor.
Básicamente, lo que la máquina debe conseguir para hacer un tatuaje es perforar la epidermis (la capa exterior de la piel) y depositar la tinta de color sobre la dermis (la segunda capa de la piel). Alrededor de 1,5 milímetros por debajo de la superficie. Estas máquinas son capaces de hacerlo entre 50 y 100 veces por segundo.
Cuando un tatuador está dibujando, no puede colorear por fuera de las líneas como un niño pequeño, por lo que la aguja debe ser muy precisa y muy afilada. La aguja de tatuar está fabricada de acero inoxidable. No es como una simple aguja de las máquinas de coser. Las agujas de tatuar modernas tienen distintos diseños y formas. Tal vez parezcan medievales, pero están creadas para satisfacer algunos de los pedidos más extraños y especiales.
Las agujas hacen agujeros diminutos y sucesivos en la piel. Imagina una máquina de coser trabajando sobre una tela. Pues es parecido, pero la tinta se deposita sobre la piel del mismo modo que el hilo crea una puntada. Para hacer un buen tatuaje, la piel debe estar estirada durante el proceso.
Veamos pues cómo es el proceso de un tatuaje: lo primero es elegir un diseño y saber en qué parte del cuerpo se quiere. Puede ser una mariposa, un delfín, algún tipo de águila, flores, un tribal, símbolos chinos o una calavera, lo que más te guste.
Una vez escogido, el tatuador lo plasma sobre la piel como si fuera una calcomanía. Pero esto solo es un simple boceto o dibujo, sin colores ni sombras. Para empezar a realizar el tatuaje, se configura la máquina. Se equipa con una aguja para que dibuje una línea delgada por todo el contorno y trazos interiores del tatuaje (normalmente se hace con tinta negra). Esta aguja tiene una forma redonda como la punta de un lápiz.
Cuando el contorno está listo es hora de hacer los colores y sombras. Para esta labor, la máquina necesita “dientes” nuevos. Las agujas para colorear o sombrear se configuran como un peine. Cuantas más agujas haya en una configuración, más tinta se transfiere. Las múltiples agujas crean hoyos iguales que se llenan al mismo tiempo.
La máquina se divide en tres secciones principales: la base, el mecanismo y la aguja. La parte fundamental es la aguja, que está soldada a un brazo mecánico que se conecta con la barra de inercia (la parte que hace todo el trabajo para subir y bajar). Un resorte conecta la barra de inercia a la base o armazón. Un elástico impide que esta aguja súper rápida se salga de su curso.
Las agujas toman gran velocidad gracias al electromagnetismo, que está controlado por una fuente de alimentación de energía eléctrica. El tatuador aprieta un pedal para encender dicha fuente de alimentación y poner en marcha la aguja, y deja de apretarlo para pararla.
Esto hace funcionar la máquina a 4.000 revoluciones por minuto. Piensa que un vehículo deportivo puede llegar a 165 kilómetros por hora con esas mismas revoluciones. La electricidad viaja por cables hasta unas bobinas y se crea un campo magnético. Éste empuja a la barra de inercia hacia abajo y hace que la aguja penetre en la piel. Apenas la barra de inercia toca el espiral, rompe el circuito eléctrico, el imán se apaga y este resorte regresa la barra su lugar. Apenas toca su contacto, el imán se reactiva y la aguja es empujada otra vez.
La velocidad de la aguja en esta máquina es tan alta que equivale a la velocidad de las alas de un colibrí. Pero las alas de un pájaro no causan dolor ni ardor. En un mundo donde ya casi todo es desechable, estas obras de arte sobre la piel son permanentes. Ya sea por prestigio social, devoción espiritual, un rito de iniciación, o una pérdida de sentido común momentánea, los tatuajes son el máximo sacrificio en nombre de la expresión visual.
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